Page 130 - Telaranas
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“¡El circo está en el pueblo!”, se dijo Charley,
sonriendo para sí mismo.

Kim (¿o Sofía?, la que fuera) tomó un objeto que
también apareció en el suelo (¿en qué momento?, no

se supo tampoco), y lo mostró al público: un vibrador

plateado, largo y recto, de al menos veinte pulgadas
(!). Después de dejar que el público celebrara la

aparición del juguete, lo empuñó como un arma y se
acercó a su hermana. Deslizó el vibrador en un solo

recorrido entre las piernas, el abdomen, los pechos y
los labios de la prisionera, y ésta le propinó un

lengüetazo. De pronto, entre el repertorio de muecas

y expresiones de malicioso deleite que le ofrecían al
público, las dos chicas miraron a JJ y le dedicaron

sendos guiños al mismo tiempo.
—Me lleva... —murmuró el obeso amigote de

Charley.
Y mientras el circo levantaba su carpa, la expolicía

dejaba que Charley la rodeara con sus brazos y le
tocara los senos.

La gemela que sostenía el vibrador (Kim, Sofía,
¡qué rayos importaba!), se acercó al borde de la

tarima, se acuclilló frente a un atónito JJ, cambió el

vibrador por un micrófono que le tendió uno de los
meseros, y preguntó:

-¿Cómo te llamas, amor?
-J... J... JJ...

—Me dicen Charley.
—Yo soy Betty... —dijo la expolicía.

Dobló la espalda hacia atrás y reposó la cabeza en

el hombro de Charley, agregando al oído:
—...pero me dicen “La droga”.

Y se las arregló para pronunciar “La droga” como
si todas sus letras fueran aspiradas. Luego fingió
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