Page 73 - Telaranas
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Rebeca
Pedro Núñez
La vela transcurría con resignado fervor. Entre
penumbras, rezos y vapores de candelas, parientes y
amigos de la familia murmuraban y gemían,
lamentándose de tan aciaga pérdida y rogando por el
descanso del alma de la pequeña difunta, al tiempo
que intentaban, en vano, diluir su tristeza en el
recuerdo… Tan sólo quince horas antes, Rebeca
correteaba por la casa y por el patio. Ahora, por causas
tan repentinas como desconocidas, yacía en un ataúd
abierto, en medio de la sala, mientras las
imprudencias de los niños, el tintineo de las cucharas
y los sorbos de café interrumpían las plegarias y los
taciturnos comadreos.
—¡Qué preciosa Rebequita! ¡¡A quién no le
gustaban sus ojos!! Yo siempre le decía que esos ojazos
Pedro Núñez
La vela transcurría con resignado fervor. Entre
penumbras, rezos y vapores de candelas, parientes y
amigos de la familia murmuraban y gemían,
lamentándose de tan aciaga pérdida y rogando por el
descanso del alma de la pequeña difunta, al tiempo
que intentaban, en vano, diluir su tristeza en el
recuerdo… Tan sólo quince horas antes, Rebeca
correteaba por la casa y por el patio. Ahora, por causas
tan repentinas como desconocidas, yacía en un ataúd
abierto, en medio de la sala, mientras las
imprudencias de los niños, el tintineo de las cucharas
y los sorbos de café interrumpían las plegarias y los
taciturnos comadreos.
—¡Qué preciosa Rebequita! ¡¡A quién no le
gustaban sus ojos!! Yo siempre le decía que esos ojazos